Cabeza de un varón maya modelada en barro; posiblemente formaba parte de un cuerpo completo. El personaje muestra una marcada modelación cefálica tabular oblicua. Un diseño empleado ampliamente por los artistas del período Clásico como convención estética, más que como signo de una realidad, pues no todos los restos óseos recuperados en arqueología presenta cráneos con modelación cefálica. Así, al representar a los personajes de perfil conseguían resaltar precisamente sus rasgos más distintivos como era la nariz aguileña y larga, y el perfil de la frente modelada.
Este rostro de barro es un buen ejemplo que muestra los cánones del ideal de belleza del pueblo maya. La cara es ancha y la frente aplanada hace que los ojos sean más rasgados, almendrados y sobresalientes que en un rostro que no presenta el cráneo deformado. El personaje lleva el cabello ensortijado produciendo el efecto de llevar una diadema o tiara. Además está adornado con orejeras circulares que el artista resuelve mediante aplicaciones enrolladas a modo de rosetas. Una barra tubular atraviesa la pared cartilaginosa de las fosas nasales. La barra nasal es un adorno que está registrado en iconografía desde el Clásico temprano hasta el Clásico terminal (250-900 d.C.). El personaje también porta otro adorno vertical colocado desde la glabela hasta la frente. Este tipo de adorno, que alargaba la nariz hacía la frente, pronunciando y exagerando su tamaño, fue muy empleado por los reyes de Palenque durante el Clásico tardío.