El plato es característico de la fase de deculturación olmeca, que se traduce por la desaparición de los motivos simbólicos tradicionales y que constituye una transición hacia la de los centros preurbanos con arquitectura monumental planificada como Tlapacoya y Cuicuilco-Tenantongo. En ese período se ha detectado un ligero deterioro del clima que se tornó más seco.
El fondo del plato es ligeramente redondeado y la pared erecta se termina con un borde revertido plano decorado de la doble línea incisa. Cuatro grupos de muescas profundamente entalladas en el labio trazan una cruz virtual con una dirección distinta a la de la decoración del fondo. Ahí, tres anchas bandas compuestas de líneas paralelas rectas, punteadas y onduladas incisas, parecen sugerir un cuerpo de agua encrespado y la circunferencia ondulada en la cual están circunscritas subraya el dinamismo de la composición, como si se tratara de evocar un poderoso borbollón efervescente.