En Mesoamérica, el perro era un animal doméstico muy importante, está presente en los nombres de los días del calendario en el área maya, el Altiplano, la Mixteca y en la cultura zapoteca. Se conocen en esta gran área cultural tres tipos de perros, con y sin pelo; sus nombres más comunes se conocen en náhuatl como itzcuintli y xoloitzcuintli.
Es considerado como un dios. Entre los nahuas es conocido como el dios Xólotl, un ser divino con cabeza de perro y cuerpo de humano. Es el gemelo de Quetzalcóatl, su contraparte. Representa la oscuridad, el inframundo y la muerte. Ambos se relacionan con Venus, el primero como lucero vespertino y el segundo como lucero del amanecer. Xólotl acompaña al sol en su viaje al inframundo al atardecer para que renazca al día siguiente. Quizá por este vínculo también se conoce el sacrificio de perros entre los antiguos mesoamericanos, quienes los consumían en ritos más que como parte de su dieta diaria.
Se le considera en muchas culturas de la antigüedad como compañero de los seres humanos en su camino hacia el mundo de los muertos. En el pensamiento mesoamericano, su espíritu ayuda al del difunto a cruzar el río del inframundo. Muchas personas hoy en día cuidan y protegen a los perros, porque dicen que serán su guía después de morir.
En la mitología zapoteca, el nombre de día confirma también este sentido. El día perro en esta cultura se dice Pillatela. Tella es la brasa que se queda entre las cenizas, la etimología de tella está asociada con el fuego, con el sol y éste con el perro; y así se dice perro en zapoteco. Pilla es carne.
Pero no sólo los mitos hablan de la travesía que los perros hacían al mundo de los muertos. Esqueletos de perro o vasijas, esculturas y otros objetos con su forma se han encontrado en tumbas halladas por excavaciones arqueológicas que confirman sus nexos con cultos funerarios.
Esta vasija tiene algunas cualidades como el tipo de barro gris y su forma, comunes de la zona zapoteca. A partir de una masa de barro los ceramistas zapotecos modelan con gran destreza una pieza cuyo resultado final se acerca mucho a la escultura, como lo muestra el fino modelado de la cabeza del cánido.
Por ello y por su excelente estado de conservación, puede pensarse que esta vasija es un artículo suntuario que no usaban como vasija utilitaria, sino muy posiblemente en alguna ceremonia entre personas de alta jerarquía. Este tipo de vasijas trípodes se vuelven muy frecuentes en la zona zapoteca y en el Posclásico, también es común en la Mixteca y zonas aledañas. Lo que cambia con el tiempo es el tipo de barro empleado y la decoración.
La postura antropomorfa del perro hace una armoniosa sintonía con la base de la vasija, usando dos de sus tres patas y formando la simpática figura de un cánido "en jarras", es decir, con los brazos flexionados hacia la cintura. Tiene los ojos saltones como suele representarse muy comúnmente en figuras zoomorfas en el arte zapoteco.