El tlacuache es un marsupial americano que tiene gran importancia en la cultura mesoamericana. Está presente en diferentes regiones, épocas y culturas como la nahua, zapoteca, maya, mixteca y totonaca, por mencionar las más importantes. Mitos y cuentos sobre este pequeño y astuto animal explican por qué se encuentra representado en una gran cantidad de objetos prehispánicos como en vasijas, pintura mural, códices y objetos tallados en piedra y hueso, o fundidos en oro.
Un mito dice que el tlacuache robó el fuego de una montaña que estaba resguardada por siete jaguares. Lo robó con su cola, por ello no tiene pelo en ella, y atizándola saltaron las chispas a los ojos de los felinos que cuidaban el monte, cegándolos; pudo por ello huir y llevarle el fuego al hombre, razón por la cual Alfredo López Austin dice que se trata del mito de Prometeo americano. El tlacuache se convierte en aliado de la civilización por la manipulación del fuego; es el puente entre naturaleza y cultura.
El tlacuache es también un ladrón, las garras de sus patas delanteras son un buen asidero para robar alimento o agarrar sus presas. En algunas culturas indígenas mayas que siguen el calendario antiguo dejan alimentos en las entradas de sus casas para el dios tlacuache. También en las creencias populares como en el refrán, guarda en su bolsa cachivaches.
Come todo tipo de cosas, maíz, insectos, aves, serpientes. Hay diversas especies en nuestro territorio, en algunos casos lleva una mancha negra alrededor de los ojos. Está asociado al maíz y a la fertilidad. En la zona zapoteca, sus representaciones en urnas y vasijas con seres humanos personificados por tlacuaches hace que se le considere como dios tlacuache.
Esta vasija está hecha del característico barro gris que usaban los zapotecos. Después de cocida, la pieza se sometió a un proceso de pulido para darle un acabado más brillante. Este tipo de vasijas se han encontrado en tumbas, por lo que es posible que se usara en ritos funerarios. Tienen un asa que funciona además como vertedera; se usaron desde el Preclásico, pero más frecuentemente durante el Clásico, en el periodo que se conoce como Monte Albán II y III.