Los incensarios modelados en barro sirven para quemar copal y otros materiales aromáticos, por ejemplo hule y algunas plantas. Entre los nahuas, el perfume del copal y del hule, ambas resinas vegetales, ardía en los braseros como una ofrenda, y el humo oloroso que salía mientras se quemaba y elevaba, estaba dirigido a los dioses. Podemos imaginar la manera en la que esta pieza, en cierta medida un esparcidor de humo que era sostenido por un sistema de atados y cuerdas que pasa por sus asas horizontales, se movía de lado a lado, a lo largo de un vaivén, derramando su perfume con su rítmico impulso.
Cuando los incensarios como el que aquí vemos se usaban en el interior de los templos, se llenaban los cuartos de un denso humo aromático que envolvía a los sacerdotes que ejecutaban los rituales y ceremonias que allí se llevaban a cabo. A su vez, cuando los incensarios oscilantes se usaban en el exterior, el movimiento esparcía sin duda a lo lejos el humo aromático del copal al envolver todo lo que lo rodeaba.
Resta imaginar la manera en la que todos los presentes participaban de la experiencia sensorial mientras escuchaban música y cantos, y veían moverse a los sacerdotes en solemnidad en rituales ligados a la bendición de semillas, la petición de lluvias o como agradecimiento por las cosechas, es decir en las ceremonias ligadas a la agricultura, por mencionar algunos cultos a los cuales estaba relacionado el acto de incensar y a los que se deben sumar aquellos ligados a la tierra, al fuego y el agua.
En el recinto del Templo Mayor de Tenochtitlan y en el de Tlatelolco, cuyo museo de sitio alberga un ejemplar casi idéntico al que aquí vemos, fueron empleados muchos incensarios en los templos de los dioses relacionados con varios cultos, y algunos sacerdotes los tenían a su cargo, y al intentar reconstruir los usos que los hombres prehispánicos le daban a los incensarios como el que aquí vemos, es necesario primero considerar que el acto de quemar copal y generar su humo no solamente se dirige al sentido del olfato, pues el acto de quemar inciensos es una actividad que compromete a todo el cuerpo, y todos los sentidos se ven involucrados. El humo se huele, se ve, se escucha y se siente: se respira el aroma y se gusta su sabor mientras se escucha el quemar y se siente el calor mientras arde.
El uso del copal estaba íntimamente ligado a casi todas las ceremonias que se desarrollaban en la vida religiosa de los hombres prehispánicos, y cabe pensar que como entre los nahuas, los pueblos que los antecedieron también quemaban copal y posiblemente hule en una diversidad de incensarios y braseros.
En las colecciones del Museo Amparo se albergan algunos, por ejemplo los braseros de piedra esculpidos en tosca piedra volcánica así como los braseros teotihuacanos llamados "tipo teatro" fabricados en barro modelado y moldeado; son muestra de las muchas maneras en las que los antiguos mexicanos adoraban a sus dioses. Su uso se corrobora a través de sus múltiples representaciones en la pintura mural, los relieves y los códices y, en todo caso, es prueba de la extensión de una práctica que se inscribe desde el principio como parte de un complejo ritual antiguo que se manifiesta en muchas culturas mesoamericanas.