Quiero decir que en todas las provincias de la Nueva España otra gente más sucia y mala y de peores costumbres no la hubo como ésta de la Provincia de Pánuco.
(Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, 1991).
Las figurillas cerámicas de la Huasteca son probablemente los ejemplos más numerosos de las manifestaciones artísticas en barro de este antiguo pueblo de Mesoamérica. Es muy común que se ocupen en retratar el aspecto de los jugadores de pelota, siempre ataviados con un pesado cinturón que se asociaba de antiguo con este importante ritual de la costa del Golfo de México. Sin embargo, hay un grupo no menos cuantioso de ellas que se ocupan en representar a hombres y mujeres cuyos cuerpos desnudos apenas se cubren con unas bragas pintadas de color negro. Esta clase de pintura hecha a base de chapopote, petróleo crudo, solía usarse para aplicar unas pinceladas de color en los tocados y, como ocurre en este par de figurillas, para delinear las cejas a través de una sucesión de puntos. Una de ellas viste un collar de cuentas que simulan a las de piedra mientras que la otra se encuentra adornada por una gargantilla de la que cuelgan conchas. Hay que recordar que los huastecos fueron afamados artesanos en el trabajo de las conchas marinas y que las piezas que se elaboraron en sus talleres probablemente se hallan entre las tallas más finas del México antiguo.
Nuestras figurillas muy probablemente proceden de la región del río Pánuco, quizá de un sitio cercano a Paso del Potrero, lugar donde Ekholm efectuó excavaciones arqueológicas a mediados del siglo XX. Con las caderas exageradas y las extremidades especialmente largas responden a un modelo alfarero ancestral que en el Clásico tardío (ca. 600 d.C.) se mantiene con pocos cambios. Evidentemente los hornos serían mejores, alcanzaban mayor temperatura y se repartía el calor de manera más uniforme, pero esencialmente son las mismas piezas de antaño.
Sigue insistiéndose en reproducir un adorno corporal que parece haber sido recurrente en la Huasteca y que era la escarificación, misma que en ambas figuras se muestra cubriendo los hombros, y en el modelado de los senos como única señal de las representaciones femeninas. En lo que hace a los rostros de nuestras figurillas son prácticamente idénticos, los tocados se alzan sobre las cabezas y llevan al frente pinceladas de color negro.
A pesar de su semejanza hay un elemento que las distingue, una de ellas –la que luce el collar de conchas– tiene puestas en las piernas un par de rodilleras. Se trata de parte del atuendo característico de los jugadores de pelota que en este caso, en el cuerpo de una mujer, desconocemos su verdadero significado.
[1] Díaz del Castillo se refiere a la desnudez con la que andaban, a la sodomía y a la ebriedad que los aztecas les señalaban.