Los defectos de los cuextecas son, que los hombres no traen maxtles con que cubrir sus vergüenzas, aunque entre ellos hay gran cantidad de ropa.
(Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, 1975).
Los huastecos jamás se redujeron al dominio azteca. De hecho, a diferencia de los pueblos del centro de Veracruz, nunca “trabaron amistad” con los Conquistadores:
Tomó Cortés trescientos españoles de a pie y ciento cincuenta de a caballo, y Ixtlilxúchitl más de cuarenta mil acolhuas, y algunos mexicanos. Llegaron en Aintoxitlan [Pánuco] en donde le salieron al encuentro los enemigos [huastecos], y en un campo raso y llano tuvieron una cruel batalla y murieron de los Ixtlilxúchitl, como eran los primeros, más de cinco mil de ellos, y de los enemigos tres tantos más, y fueron heridos cincuenta españoles (Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas, 1975).
La conquista de Pánuco fue particularmente cruenta, dividió a Cortés y a Francisco de Garay en una lucha por obtener derechos sobre estas “nuevas” tierras. Los huastecos terminaron combatiendo contra ambos bandos y enfrentando a los escuadrones aztecas que ahora regresaban a la llanura costera del Golfo de México como resultado de su reciente alianza con Cortés. Con la gente del centro de México existía ya una vieja rivalidad que se remontaba por lo menos un siglo atrás y que venía de las guerras lanzadas por los mexicas para someter los territorios huastecos. De ellas, de su permanente oposición y distinta filiación cultural, les viene la “mala fama” en la visión de los mexicas:
Y nunca dejaron de ser notados de borrachos, porque eran muy dados al vino, y siguiendo o imitando a su caudillo o señor que había descubierto sus vergüenzas por su borrachera, andaban también sin maxtles los hombres, hasta que vinieron los españoles. Y porque el dicho su señor había bebido cinco tazas de vino en el monte que se dice Popozonaltépetl, los vasallos suyos siempre han sido tenidos por muy borrachos, porque parecían andar casi siempre tocados del vino, con poco juicio, y así por injuriar a algún alocado le llamaban Cuextécatl, diciendo que él también había bebido cinco tazas del vino.
Los cuerpos desnudos de los huastecos han quedado plasmados en una producción cerámica inmemorial, hombres y mujeres representados sin ropas pero cuidadosamente ataviados con collares y brazaletes. Las figurillas de la región de Pánuco, los mismos territorios sobre los que Garay reclamaba derechos y donde en 1521 Alonso Álvarez Pineda encontró “…cuarenta pueblos de una parte y de otra” del río, suelen vestir “maxtles” pero hay casos en los que fueron suprimidos aunque no por ello aparecen señalados los genitales.
Provistas de un estilo particular, de un modelado característico, se fabricaron por cientos a lo largo de casi dos milenios. Las que exhibe el Museo Amparo fueron hechas en su mayoría en el período Clásico. Esta pieza excepcional tiene señalado el cuerpo con escarificaciones, tatuajes con relieve que solían lograrse introduciendo bajo la piel semillas u otro cuerpo extraño. El propósito era realzar la decoración, en los muslos se encuentran sobre un par de rodilleras y en los brazos se alojan en los hombros, siempre a manera de pequeños círculos. Todas estas figuras fueron parte de un culto muy extendido, quizá relacionado con rituales funerarios, pero que lamentablemente no conocemos bien.
[1] Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, 1975.