La Huasteca ocupa una vasta región de México, compartida por los actuales estados de Veracruz, San Luis Potosí, Hidalgo, Tamaulipas Querétaro y una pequeña porción de la montaña de Puebla. Todo este inmenso territorio era de haba teenek (huasteco), una lengua de origen mayance que se separó del tronco común hace unos cuatro mil años. Para el siglo XV los mexicas, la gente de México-Tenochtitlan, conquistaron el sur de la Huasteca, la “tierra caliente”, desde el actual puerto de Tuxpan hasta Aquismón, en San Luis Potosí, rodeando al Señorío de Metztitlán al que nunca pudieron someter. Es de esta época que deriva su nombre náhuatl:
El nombre de todos estos tómase de la provincia de Cuextlan, donde los que están poblados se llaman cuexteca, si son muchos, y si uno cuextécatl; y por otro nombre toueyome cuando son muchos, y cuando uno, toueyo, el cual nombre quiere decir nuestro prójimo (Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, 1975)
La antigua Provincia de Pánuco es probablemente la mejor conocida en lo que hace a investigaciones arqueológicas. Sabemos que se hallaba densamente poblada cuando en 1521 Alonso Álvarez Pineda entra en el río y cuenta “…cuarenta pueblos de una parte y de otra”. Fue en estas tierras donde se funda el primer ayuntamiento español y donde Cortés entra en batalla contra los huastecos. Aunque nunca conformaron una entidad política mayor, su lengua y sus costumbres les dieron una cohesión cultural de gran magnitud a la que se enfrentaron primero los nahuas, la gente de México-Tenochtitlan, y luego los españoles siendo la misma de la que derivan sus supervivencias étnicas contemporáneas.
Las figurillas de barro son claros manifiestos de dicha afinidad. En la región de Pánuco aparecieron en el período Formativo para acompañar el desarrollo de la Huasteca hasta los años de su conquista. La que tenemos ahora a la vista, de brazos particularmente largos y acabado pulido, corresponde a la alfarería de esa misma región que navegó Álvarez Pineda en los primeros años del siglo XVI y que siglos después fuera estudiada por Ekholm dando origen a la importante colección que ahora lleva su nombre en el Museo de Historia Natural de Nueva York.
Sus investigaciones permitieron trazar los períodos de desarrollo de su civilización y es gracias a ellas que ahora sabemos de las transformaciones que experimentó este interesantes grupo de figurillas cerámicas. Aunque la forma de los cuerpos fue cambiando, brazos y piernas más o menos largos, los rasgos del rostro y el acabado de superficie son característicos de cada época. El tocado de nuestra figurilla, la representación de un hombre, se forma por el cabello trenzado que va sujeto por un cintillo, algo que viene de muy atrás en el tiempo como también la costumbre de usar sobre el cuerpo desnudo collares, brazaletes y orejeras.
[1] 1946 "Excavations at Tampico and Panuco in the Huasteca, Mexico ", in Anthropological Papers, 38, 1941-44, New York: American Museum of Natural History.