Algunas piezas, de diferentes épocas y regiones, ponen a prueba nuestras definiciones de los estilos, desafían la homogeneidad de cualquier grupo de objetos que queramos reunir bajo una misma categoría. Esa es una de las razones para preferir en varios casos el término “tradición”, que es un poco más amplio y contempla la presencia de una serie de variantes estilísticas que, sin embargo, comparten algunos principios fundamentales.
La gran mayoría de las piezas de la tradición Mezcala son consistentes en una serie de rasgos: son trabajos de lapidaria de tamaño pequeño, sin ser miniaturas, rondan un palmo de alto y muy pocas llegan a los dos palmos. Hay un predominio absoluto de la figura humana, sobre todo masculina, y un grupo de objetos complementarios: animales, templos, máscaras, cetros.
Las figuras 993 y 994 son imágenes frontales, sin vestuario apreciable, simétricas, esquemáticas: ambas parecen estar sentadas. En particular esta pieza parece ser una mujer; ambas tienen los brazos pegados al cuerpo y los antebrazos flexionados hacia el abdomen. Todos estos rasgos coincidirían en términos generales con las representaciones Mezcala que conocemos.
Pero también hay en ellas algunos rasgos inusuales y llamativos: el más notable es el uso de varias franjas horizontales demasiado pronunciadas que generan el efecto de un antifaz rectangular. Un procedimiento similar se aplica a las manos y les da una apariencia de garras algo rígidas. Este recurso es suficientemente enfático y peculiar como para sugerir un sub-estilo, quizá propio de alguna localidad o grupo de artistas, del que ambas piezas participarían.
Por otra parte, el tratamiento de los pies y la solución del bloque de la cabeza, presentan una semejanza con los llamados “penates” mixtecos. Es verdad que la semejanza con los penates puede plantearse como una idea aplicable a todo el repertorio de antropomorfos Mezcala, pero la relación resulta formalmente más estrecha en este caso. La proximidad entre la cuenca del Balsas y la Mixteca es un factor que debe considerarse como posible detonante de algunas similitudes debidas a intercambios antiguos.
Ambas piezas deben haber pertenecido a un conjunto funerario y, como otras de su tipo, deben haber sido representaciones de los difuntos, o bien de sus ancestros, que es lo mismo que podría decirse de los “penates”.