Una de las características llamativas de la tradición artística mesoamericana es la manufactura de máscaras funerarias. Las más antiguas se elaboraron durante el Preclásico medio, hasta donde tenemos noticia, y seguían utilizándose en tiempos de la conquista española. Los artesanos mesoamericanos contaban con la tecnología y los materiales necesarios para fabricar máscaras de papel y madera, y es seguro que tales máscaras se emplearon para danzas, representaciones teatrales, fiestas religiosas e incluso para la guerra. Las máscaras funerarias se hicieron en barro y, más frecuentemente, en piedra.
Los señoríos de la tradición Mezcala se encuentran entre los que destinaron más recursos al ajuar funerario. De hecho, los artefactos de piedra que forman la tradición Mezcala son en su casi totalidad funerarios, aunque algunos de ellos pueden haberse usado también en vida. Además del repertorio de acompañantes (antropomorfos y zoomorfos) y algunas joyas y prendas de estatus, los artistas del Balsas medio elaboraron máscaras funerarias. Podemos suponer que no se hizo una máscara funeraria a todos los difuntos, sino sólo a aquellos de alto estatus. Del mismo modo que la abundancia de figuras acompañantes y joyas o la presencia de cetros serían indicadores de mayor estatus.
Las máscaras Mezcala muestran algunos rasgos similares a los que advertimos en las pequeñas figuras de piedra de esta tradición: en términos generales, un tratamiento más esquemático que naturalista y una abstracción considerable que define las figuras con pocas líneas. Esta pieza tiene un recurso que modifica sensiblemente la expresión: unas piezas de concha que evoca el ojo. En realidad, es muy probable que haya sido algo generalizado, e incluso en pequeñas figuras antropomorfas completas se han encontrado indicios de piezas añadidas, no propiamente incrustadas pero más bien engastadas y pegadas.