La máscara que aquí vemos retoma elementos que materializan la tradición lapidaria de Guerrero, lugar donde yace la piedra verde, y permite reconocer una tradición de larga duración, que abarcó doce siglos, entre 200 a.C. y 1000 d.C., por muchas zonas de la región mesoamericana y alcanzó su auge durante el Clásico y Epiclásico cuando los miembros de la comunidad labraron escultura de pequeño formato en forma de máscaras y rostros, cuerpos antropomorfos y templos de las piedras y rocas que arroja el río Mezcala que nace en el estado de Puebla.
La tradición lapidaria fue designada por Miguel Covarrubias a mediados del siglo XX con base en una muestra de objetos sin procedencia arqueológica establecida. Ahora que se sabe, fruto de las excavaciones que se han llevado a cabo en la región Mezcala, que se depositaron máscaras y esculturas antropomorfas en ofrendas situadas en el centro de un juego de pelota del pueblo de Mezcala, en un conjunto habitacional en este caso, asociado a cerámica teotihuacana, así como en una cueva, asociado a cerámica Azteca III, muestra de que la lapidaria Mezcala gozó de una difusión de largo alcance.
Una prueba concreta de ello es el hecho de que se han encontrado objetos Mezcala en abundancia en las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan, ciudad que floreció posteriormente a la cultura Mezcala, y el uso de las piezas por parte de los mexicas en sus rituales, depositadas en ofrendas; lo que remite a su obtención y utilización, como explican Carlos Javier González y Bertina Olmedo Vera en su estudio de las Esculturas Mezcala en el Templo Mayor (1990). Una ofrenda en una cista que excavaron los arqueólogos al interior de la escalinata del Templo mayor de Tenochtitlan contiene 57 máscaras Mezcala y hasta ahora se tienen registradas un total de 162 máscaras en el sitio, todas provenientes de las ofrendas y cistas; algunas de las máscaras/rostro recibieron aplicaciones de color negro o rojo en las mejillas y en distintos puntos de la cara, mientras que otras fueron pintadas en su interior con representaciones que refieren al culto al dios del agua, antes de ser depositadas y formar parte de las ofrendas del Templo Mayor en actos de fundación y refundación.
Estas máscaras Mezcala posiblemente son producto de la expansión militar de los mexicas, ya que cuando éstos tomaban un poblado, se apropiaban de sus dioses, o puede que sean muestra del tributo que recibían. Aunque es necesario considerar que este pueblo, además de obtener las máscaras ya fabricadas, también recibía la piedra verde en estado bruto, una preciosa materia prima de color verde que era finamente trabajada por el lapidario. Bernardino de Sahagún en su Historia General de la Cosas de la Nueva España escribe que el lapidario sabía labrar sutilmente las piedras preciosas y pulirlas para hacerlas relucir, y que algunas las pulía con la caña maciza y alguna lima.
A la luz de las máscaras elaboradas en piedras semipreciosas de diferentes tonalidades de color verde, como la que aquí vemos, se ponen en evidencia técnicas sumamente elaboradas para el trabajo de la piedra. Se empleaban diversos métodos, principalmente la percusión, es decir la aplicación de golpes para transformar la forma natural de la roca, el aserrado con cordel, una técnica que utiliza una fibra y arena para realizar cortes en el interior de rocas duras, así como la talla para modelar la forma y el pulimento con diferentes grados de arena y agua para adquirir superficies y volúmenes.