Por medio del modelado y la diferencia del color el artista figuró una serpiente corta enroscada que sostiene un recipiente con numerosas protuberancias redondeadas en el cuerpo. La obra es una vasija escultórica; en relación con esta última cualidad que aquí implica lo figurativo en un sentido tridimensional, en la vista inferior puede apreciarse el cuerpo de la serpiente hasta la cola, traza una curva simple y tiene líneas en la punta que sugieren anillos. Entre el amplio repertorio de fauna plasmada en el estilo Comala, originario del valle de Colima, la serpiente no se halla entre las más numerosas, aunque destaca su variedad formal.
Las protuberancias de la vasija remiten a elementos vegetales, seguramente frutos; en el mismo estilo de la zona de Comala abunda su figuración, sean individuales o en grupos, como parte del cuerpo de recipientes que sobre todo tienen la forma de cántaros, como es la caso de la pieza que atendemos. De tal modo, distinguimos el cuerpo amplio de la vasija, el cuello de diámetro más o menos restringido –no tan grande como en una olla– con un borde ancho y recto-divergente.
En ocasiones estos recipientes fitomorfos tienen animales como soportes, al parecer, la asociación más común es de calabazas sostenidas por tres aves; hasta donde tengo conocimiento, esta combinación con la serpiente es singular. Es probable que remita a la fecundidad vinculada con el agua, en tanto que en la cosmovisión de tradición mesoamericana uno de los simbolismos principales de la serpiente es dicho líquido vital.
La elaborada forma del recipiente indica su uso especial en un ritual o en un contexto sagrado; con alta probabilidad ocurrió de este modo en un ámbito funerario. En la cultura de las tumbas de tiro los objetos de arte cerámico fueron una ofrenda que predominantemente acompañó los muertos en sus moradas subterráneas.
De acuerdo con el pensamiento religioso de los mesoamericanos los difuntos tenían una vitalidad postmortem y por ello, entre una extensa variedad de objetos y materiales que componían los ajuares, se hallaban vasijas con alimentos y bebidas. No sabemos cuál era el contenido del recipiente figurativo que vemos, si bien, más allá de sus funciones prácticas, conviene subrayar sus valores simbólicos, aun cuando en la actualidad en buena medida permanezcan desapercibidos.