Entre las múltiples variantes estilísticas de la cerámica de la cultura de las tumbas de tiro, hay algunas que hasta el momento se identifican sólo en esculturas, no en vasijas, el estilo Tala-Tonalá es una de ellas. Se le conoce también como “sheep face” o cara de oveja debido a sus peculiares facciones caricaturescas, con la nariz como una gran proyección triangular, enfatizada por la frente y la barbilla remetidas, ésta además es muy corta; la boca, sin labios, está casi pegada a la base de la nariz y tiene las comisuras hacia arriba; los ojos se ven modelados, a veces algo rasgados, con los parpados relevados y un ligero hundimiento interior –como en nuestra pieza—; las orejas puntiagudas y largas son muy llamativas. Digamos que tal rostro de apariencia fantástica resulta extraordinario respecto al realismo anatómico que caracteriza al arte escultórico de este pueblo.
Otros rasgos distintivos del estilo son las cabezas largas, con la parte superior en forma de tablilla rectangular vertical, que figura una deformación tabular oblicua o quizá parte del tocado, si bien, no hay nada que marque una separación y por ello me inclino por lo primero. Las deformaciones craneanas son omnipresentes en las esculturas de los diversos estilos, y en las tumbas de tiro y cámara se han registrado cráneos con los mismos tipos de deformación; por lo que puede deducirse que en las imágenes son un atributo muy importante, tal vez de estatus.
Como en ningún otro, en el estilo Tala-Tonalá los artistas le concedieron a este rasgo una importancia definitiva; siempre se asocia con tocados de bandas horizontales que remiten a textiles, son formas resaltadas hechas con pastillaje, es decir, la superposición de segmentos pequeños de la pasta del barro. La mujer que vemos lleva dos bandas, una con tiras enrolladas y otra con un diseño reticulado. Otra ornamentación distintiva son las orejeras circulares, en este caso son discos con el borde dentado.
En contraste con el rostro, el cuerpo ostenta plenas cualidades humanas. La esbeltez, el abdomen plano, la cintura breve, la cadera algo estrecha y la postura erguida permiten reconocer una mujer joven, con notorios senos grandes y firmes. A diferencia de otras figuraciones femeninas, en ella no se advierten indicios de maternidad. En el extenso acervo del arte de la cultura de las tumbas de tiro he podido advertir la representación de individuos de diversos rangos de edad, al igual que ciertos detalles anatómicos muy particulares, como obesidad, que probablemente aluden a alguna condición del difunto a quien acompañaron en el recinto funerario. De ahí que, ante estas piezas, conviene considerar sus cualidades retratísticas.
Para terminar con las peculiaridades del estilo, agregaré que las esculturas se modelaron sólo en volúmenes sólidos, cuya altura pocas veces rebasa los 20 cm; la pasta es gris oscura pintada en blanco sobre rojo; sin embargo pocas veces se conserva íntegramente la capa pictórica, es así que en apariencia, nuestra imagen femenina está desnuda, sólo en la nariz se advierte una línea blanca. En otras piezas del acervo del Museo Amparo puede apreciarse la pintura que menciono.
La denominación del estilo refiere a un par de municipios en los que se ha encontrado, ambos están en la zona central de Jalisco; su presencia abarca localidades al sur del volcán de Tequila, en el valle de Atemajac –donde se ubica Guadalajara— y hasta la ribera sur del lago de Chapala. En esta misma zona tiene origen el renombrado estilo Ameca-Etzatlán, y aunque es no factible precisar las temporalidades de cada uno, cabe suponer cierta contemporaneidad; si bien, el Tala-Tonalá se nota mucho más acotado tanto en tiempo, como en su producción y repertorio iconográfico.