No son pocos los datos que señalan la participación de huracanes enormes, dos o hasta tres veces más grandes que el mayor del que tengamos noticia, en momentos cruciales de la civilización de la costa del Golfo de México.
Acompañados de inundaciones catastróficas es probable que se hicieran presentes alrededor del año 300 a.C. y en el curso del primer siglo de nuestra era; en este lapso muchas cosas estaban por suceder. Las grandes ciudades del período Clásico no existían pero había gente asentada en otras partes del territorio, pueblos enteros cuyos vestigios han quedado sepultados por las crecientes de los ríos. Eran otros tiempos, otra forma de relacionarse con el espacio y con los recursos de la naturaleza. Mesoamérica era entonces muy distinta, las costas encaminaban las manifestaciones de una época marcada por el asombroso desarrollo cultural del sur de México. Sin embargo, los tiempos de La Venta habrían llegado a su fin.
El litoral del Golfo de México estuvo largamente expuesto al contacto con tradiciones culturales procedentes de distintos rumbos de Mesoamérica. Es innegable la participación de un componente huaxteco en época muy antigua pero verdaderamente decisivas fueron sus conexiones con la cultura del sur de Veracruz. En la costa, como en varios sitios de las llanuras aluviales, se han conservado fragmentos de vasijas cuya decoración se nutre de los motivos iconográficos de la cerámica olmeca, mismos que habrían de extenderse por buena parte de México y que corresponden a una importante tradición cultural que no sólo acercará la conducta ritual de las élites del Formativo, sino que contribuirá de manera sustancial a modelar la civilización de Mesoamérica.
Primero San Lorenzo y después La Venta, fueron los centros desde donde se irradió esta suerte de influjo cultural. Uno de los rasgos que define lo “olmeca” fuera del área nuclear son las figurillas cerámicas del tipo baby face. Se trata de un conjunto de facciones que recuerdan la cara de un niño pequeño pero que en realidad corresponden a los elementos de un bien desarrollado estilo artístico, mismo que fue recreado en época temprana por varios pueblos de México y Centroamérica. Esta figurita reproduce en el rostro los rasgos que reconocemos en la cerámica de La Venta, pero el arreglo del pelo e inclusive la forma del cuerpo señalan un origen distinto.
Ciertamente comparte el estilo cultural del mundo olmeca pero definitivamente, también por la coloración naranja del barro, es muy probable que fuera modelada en algún lugar lejano de la costa del Golfo aunque lamentablemente no es posible por ahora precisar.
[1] S. Jeffrey K. Wilkerson, “And the Waters Took Them: Catastrophic Flooding and Civilization on the Mexican Gulf Coast” en El Niño: Catastrophism and Culture Change in Ancient America (Daniel H. Sandweiss y Jeffrey Quilter). Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Harvard University Press, 2008:264.