Esta pequeña escultura llama poderosamente la atención por la escena que representa: un hombre cargando con mecapal a un personaje de igual tamaño. A primera vista, podría tomarse como una escena de la vida cotidiana: un padre cargando a su niño o niña. Sin embargo, otra interpretación es posible. La identificación del cargador no presenta problema; es claramente masculino por el taparrabo que porta y la ausencia de cualquier carácter sexual femenino. La forma general del cuerpo achaparrado y plano es una clara herencia Chupícuaro que denota la tradición Queréndaro. Un grueso mecapal recorre la frente y sostiene al segundo personaje pasando por debajo de sus glúteos.
Éste tiene elementos que permiten dudar de que se trate de un infante: su tamaño tan grande como el del cargador, las grandes orejeras en forma de flor asociadas comúnmente a personajes masculinos adultos, y el hecho mismo de estar cargado con mecapal y no en brazos como ocurre en otros casos de escenas de adultos con niños. Podría tratarse de un hombre adulto de alto rango cargado con deferencia o, quizás también, de una imagen sagrada transportada por un sacerdote o dirigente.
En este caso, esa efigie puede ubicarse en una tradición de muy larga duración de la cual existen en la colección del Museo ejemplares más antiguos, de la cultura Tlatilco del Preclásico medio (piezas 620 a y b) y que perduró hasta tiempos de la llegada de los españoles.
El cuidado en la manufactura de los detalles realzados de tres colores nos indica probablemente la importancia que tenía para el artista la escena evocada.