Es probable que este objeto antropomorfo sea un aerófono, un artefacto musical cuyo generador de sonido es el aire oscilante. Es hueco, con ocho pequeñas perforaciones circulares: por el frente tres a manera de ojos y boca, uno en la parte media del cuerpo tubular; por detrás, dos en la sección de la cabeza, uno a la mitad de la sección tubular que coincide con el frontal y uno en la base. Quizá este último sirvió de embocadura y los otros se cubrirían con los dedos alternativamente para crear variaciones tonales.
Jacqueline Larralde de Sáenz ha expresado que procede de Coyuca de Catalán, un municipio situado en el centro norte de Guerrero, que en el siglo XV fue dominado por los purépechas del Estado tarasco. En la actualidad, el estado de Guerrero se considera una de las regiones culturales en las que se divide Mesoamérica; a lo largo de su historia antigua pueden advertirse lazos estrechos con las regiones del Centro y la Costa del Golfo.
De manera esquemática el escultor creó una figura humana con cabeza grande y ancha, la cual muestra llamativas salientes triangulares que remiten a un peinado con mechones cortos separados. La nariz y los brazos son diminutas protuberancias; se ve de pie, apoyada en tres soportes pequeños, los dos delanteros simulan pies. El peinado, al igual que el tocado, otros ornamentos, la indumentaria y objetos diversos asociados, son indicadores de peculiares identidades sociales. El cuerpo de esta figura parece desnudo, de ahí que el peinado se convierta en un atributo principal. Carece de genitales, y, de acuerdo a ciertas convenciones del arte mesoamericano, puede tomarse como una imagen masculina.
Con mínimos recursos plásticos el rostro aparenta sorpresa, tal vez a una persona cantando. Cabe resaltar sus valores caricaturescos, en el sentido de una deformación o simplificación exagerada de lo representado.