En el estilo Cerro de García predominan los desnudos femeninos, aunque los detalles corporales son mínimos y esquemáticos, con atención exclusiva en la parte frontal, se advierte una variada ornamentación de las figuras; entre los adornos, las gargantillas fueron comunes. Las dos piezas que atendemos presentan tocados con bandas diferentes, asimismo son las orejeras, en un caso con forma de disco y con los lóbulos superiores de las orejas con hendiduras, y en otro con forma de pastilla – aunque sin orejas –.
En la que se ve a la izquierda sobresalen los motivos lineales raspados que contrastan en la superficie rojiza y dan la impresión de tatuaje o pintura, no de indumentaria, ya que se hallan en la cara y en el cuerpo; es pertinente suponer que representan una decoración que se llevaría a cabo en un ritual o que aluden al prestigio o la jerarquía elevada de la portadora. En tanto, la pieza de la derecha ostenta pintura facial en rojo sobre naranja; debido a que las figuras u objetos asociados no son frecuentes en este estilo, lo más distintivo en ella es el infante que carga, o mejor dicho, se adhiere a su brazo extendido.
El diminuto niño, de sexo indeterminado, replica la postura y los rasgos faciales de la mamá: con la cabeza ancha en la parte superior, los ojos marcados con doble punzonadura, la nariz triangular y la boca sin separación de la nariz, y con los brazos levantados a los lados del cuerpo y las piernas separadas.
Las maternidades y los desnudos ornamentados fueron plasmados con asiduidad en el arte del Occidente mesoamericano desde el Preclásico medio; en especial son famosas por su realismo y elocuencia expresiva las imágenes escultóricas cerámicas de la cultura de las tumbas de tiro; si bien, es importante subrayar que al margen de la reiteración de los temas, los distintos estilos en los que se configuraron a lo largo del tiempo corresponden a diferentes sensibilidades estéticas y procesos artísticos, a innovaciones en los lenguajes plásticos, cambios en los conceptos sobre el cuerpo, la mujer, la maternidad y la infancia y, desde luego, a transformaciones culturales profundas.
Como evidencia de lo anterior encontramos que las piezas del estilo Cerro de García, generadas en el marco de una poco conocida cultura del Epiclásico en el centro de Jalisco, cumplieron propósitos distintos a las imágenes de la anterior cultura de las tumbas de tiro y cámara. Para el año 600 de nuestra era cesó la construcción de este tipo de recintos subterráneos y con ello la manufactura de esculturas como las referidas, que de modo recurrente se ofrendaron a los muertos y tienen implícitas funciones religioso-funerarias. Las del estilo Cerro de García sólo por excepción se depositaron junto a los muertos, sobre todo se han hallado en contextos de superficie, sin asociación específica con edificios u otros vestigios materiales, en rellenos que se formaron de modo intencional o en procesos prolongados de sedimentación.
Estos contextos no determinan que tuvieran fines seculares o religiosos; en todo caso llama la atención el interés por crear pequeñas imágenes con cualidades que las hacen muy portátiles y de fácil distribución, de mujeres que parecen jóvenes y no exhiben rasgos tradicionalmente asociados a lo femenino en cuanto a la fertilidad, como las caderas anchas, la cintura estrecha, los genitales y el abultamiento abdominal.