Dentro de las figurillas del tipo D1, cuyas normas estéticas y técnicas fueron transmitidas a través de varias generaciones, cada pieza resulta única por la habilidad de su creador y las variaciones que se dieron de un lugar a otro o de un taller a otro. Pero sobre todo porque uno de los principales temas que transmitían las figurillas era precisamente el de las distinciones entre grupos, clanes, familias o edades y condición, así como de la individualidad de cada persona plasmada en este caso sobre todo por las extravagancias del peinado y los detalles de la pintura facial y corporal. Vale la pena, por lo tanto a título de ejemplos, detenernos en las particularidades de estas figurillas a primera vista tan similares por compartir la postura del cuerpo, la manera de representar los ojos, la forma del cuerpo, las orejeras, entre otros detalles.
En el caso de la primera pieza con número de registro 662, 1/4, la pintura roja sobre el engobe amarillo ha sido utilizada para subrayar el peinado, el sexo y la boca, la cual, todavía en el siglo XVI, las mujeres del Valle de México procuraban embellecer con el llamativo rojo de la cochinilla. En el peinado adornado de profundas incisiones transversales, quedan vestigios del rojo y el blanco que se alternaban. El pelo suelto baja hasta la altura de los hombros, está mantenido hacia atrás por una banda horizontal anudada al centro de la frente y con otro nudo o chongo de pelo en lo alto de la cabeza. En medio de la boca entreabierta, se hizo una perforación. Esta práctica bastante común en las figurillas de esa cultura nos plantea un enigma. De la boca sale la voz, pero también el aliento de vida. ¿Cuál puede haber sido el significado? ¿Por qué solamente una pequeña perforación y no una incisión que abriera a todo lo ancho de la boca?
La segunda número 662, 2/4 tiene pintado de rojo el sexo, el ombligo, los pezones, la boca, el pelo, las manos y los pies, mientras que la cara parece haber estado pintada de blanco. La asimetría actual del peinado se debe a que perdió parte del pastillaje que dejó una impronta. Originalmente era bastante similar al de la figura anterior, con el pelo también marcado por incisiones, en este caso aplicadas con un instrumento más ancho a modo de gubia. Está cepillado hacia atrás y baja hasta los hombros. Lo singular es la boca roja entreabierta y en la cual se ha representado una serie de dientes que han sido mutilados en forma triangular, práctica que fue propia de un grupo reducido de la población.
Más allá de la semejanza general con las otras tres figurillas, sobre todo en cuanto a la forma general y la desnudez del cuerpo, la proporción de la cabeza en relación con el cuerpo, el interés por detallar el peinado, la pintura corporal y facial, la tercera pieza número 662, 3/4 se aparta bastante del conjunto y apunta hacia otra tradición alfarera en cuanto al modelado, el tratamiento de la superficie y la manera de representar los ojos.
El modelado es más anguloso en la manera de sintetizar la forma de los senos, el pliegue del vientre y las rodillas prominentes. El borde de la cara es más aguzado y la cabeza se tensa hacia delante. El baño bayo ha sido cuidadosamente pulido hasta alcanzar el brillo. Para darle una pupila al ojo y acentuar así la mirada se recurrió a una técnica ya muy antigua en la región que remonta a la fase anterior Ayotla: dos profundas incisiones se encuentran al centro del ojo rasgado creando una estrecha cresta vertical. El peinado consiste en dejar el largo pelo suelto en la espalda con una trenza, o mechón que corre en lo alto desde la frente hasta la espalda, y una cinta torcida coronando la cabeza. Como es común, el pelo está pintado de rojo, pero de la pintura facial roja sólo quedan el contorno de los ojos, las cejas y la boca, y ya no podemos reconocer los motivos dibujados en las mejillas.
La cuarta pieza con número 662, 4/4 es representativa de las variaciones en la calidad del modelado, en este caso algo más burdo, en particular en la cara. El peinado tiene una forma general bastante común con el pelo dividido en dos pares de largos mechones que bajan adelante a la altura de los senos con una banda en lo alto de la cabeza que acaba con un nudo o un chongo encima de la frente. La pintura roja se distribuye en el pelo, la boca, las manos y los pies pero lo más interesante son los diseños en grandes triángulos y bandas paralelas sobre el vientre y las piernas.
Sutiles diferencias y semejanzas entre las centenares de figurillas femeninas que acompañaron a la antigua población del Valle de México en su vida cotidiana y en sus sepulturas. Cuatro figurillas, cuatro mujeres jóvenes perfectamente individualizadas.