Como en el caso de las otras figuras de este tipo en la colección del Museo Amparo, esta escultura de barro alude a la fusión del hombre y el tlacuache pero con detalles distintos. Comparte el hocico puntiagudo, los dientes filosos, las pequeñas orejas redondas, los brazos cortos o patas delanteras y la misma cola extrañamente corta. La diferencia notable es que se trata de un par de esos personajes fantásticos, en una postura distinta: enderezados y abrazados.
Aparte del tema de la metamorfosis hombre-tlacuache, está vivamente expresado el de la dualidad. Los dos seres son similares pero diferenciados por el color, uno pintado enteramente de rojo y el otro con el tono natural del barro y con una pintura facial roja.
El enfrentamiento y la complementariedad que articulan el pensamiento se expresan de diversas maneras en el arte de Tlatilco, con las máscaras divididas entre vida y muerte o las figurillas con dos caras o dos cabezas. En esta obra, cada personaje evoca la fusión plena hombre-tlacuache pero entre ellos opera la diferencia, ¿como complementos o como opuestos?, ¿se abrazan o se enfrentan? A menos de que, por medio del color, se quiera sugerir pasos distintos de un mismo proceso de transformación. Es ciertamente una efigie enigmática alejada de toda expresión anecdótica.