La tradición Mezcala se reconoce y se expresa en sus objetos de piedra, a pesar de que hay algunas cerámicas y trabajos de concha que se pueden asociar con dicha tradición. La abundancia de piedra en la región contrasta con una relativa escasez de arcillas para amasar barro, así que mientras otras regiones, como Michoacán o el valle de Oaxaca, destacan por su arte cerámico, en la cuenca media del Balsas predomina la lapidaria. Los repertorios de figuras antropomorfas y zoomorfas del Occidente, por cierto, parecen haber tenido la misma función funeraria que sus similares de la tradición Mezcala; en el Occidente se hicieron de barro y en la cuenca media del Balsas, de piedra.
Para la talla de las piezas de piedra, generalmente se comenzaba con bloques que ya tenían la forma y el tamaño adecuados para la figura que se quería tallar, y dichos bloques se pulían sobre todo por medio de fricción, frotando piedra con piedra. Además se usaron taladros de piedra de forma cónica para las perforaciones, y pulidores con forma de arco, cuya cuerda desgastaba lentamente la piedra, para producir canaladuras o divisiones en la pieza.
La mayoría de los objetos de piedra de la tradición Mezcala que conocemos proceden de contextos funerarios, fueron ofrendas. A la manera de lo que ocurre en el arte funerario del Occidente, por ejemplo, parece haber existido la costumbre de colocar imágenes antropomorfas como acompañantes de los difuntos, también figuras zoomorfas y máscaras.
No disponemos de suficiente información de contextos arqueológicos de la tradición Mezcala como para saberlo, pero es probable que el entierro de figuras junto a los difuntos no haya sido una práctica exclusivamente de la nobleza. Esto puede deducirse de la abundancia de piezas halladas. Lo que sí parece haber ocurrido es que algunas tumbas eran más complejas que otras, tenían tipos de figuras que no se encontraban en las demás. Las propias máscaras de piedra podrían ser exclusivas de personajes de cierto rango. En Teotihuacán, por ejemplo, se da el caso de que algunos individuos fueron incinerados y enterrados con máscara, a diferencia de otros del mismo conjunto habitacional.
Uno de los objetos que parecen haber formado parte de los ajuares funerarios de alto rango es el cetro. Hay varios tipos de cetros; la costumbre de usar algún tipo de barra o bastón empezó en la época olmeca y subsistió en varias regiones. Algunas veces los cetros tienen una figura antropomorfa; el que ahora comentamos tiene una cabeza, que posiblemente se relacione con la identidad del personaje que lo usaba en vida y lo recibió como ofrenda tras su muerte. Lo que se conserva parece ser el inicio o “mango” de una pieza mayor que quizá tuvo plumas y madera.