Durante el Posclásico tardío existió una producción muy extensa y cuantiosa producción de cerámica polícroma. Este tipo de vasijas marcó un cambio de época en la región del Valle de Puebla-Tlaxcala, pues no se habían fabricado en el Altiplano vasijas pintadas antes de la cocción. Esta innovación tecnológica logró preservar la pintura en las vasijas por siglos. Al pintar las vasijas y luego cocerlas, se produce una fusión molecular irreversible entre el barro, el engobe y la pintura, por tanto, aunque la vasija pueda tener quebraduras, la pintura permanece adherida de forma permanente.
Las vasijas pintadas seguramente fueron usadas por gente de la aristocracia indígena, o de algún personaje de alto rango. De este tipo de vasijas hay una inmensa variedad, desde las más sencillas, como la que se muestra, hasta aquellas que tienen pintadas en sus paredes una gama amplia de temas y de motivos iconográficos que pertenecieron a lo que se conoce como Tradición Mixteca-Puebla, por haber surgido en esta zona geográfica.
Sabemos que las más sofisticadas fueron usadas en importantes ceremonias a nivel político, en matrimonios de consortes pertenecientes a linajes de diferentes pueblos. Estas alianzas fueron muy importantes entre nahuas y mixtecos, mucho antes de que los mexicas dominaran la esfera política del Altiplano.
Las vasijas pintadas sin decoración ni motivos representados en ellas, quizá fueron vasijas de tipo utilitario de la realeza como contenedores de bebidas y alimentos.
La vasija tiene un engobe rojo, en las partes donde no se aplicó se observa el color natural del barro. Era muy común en las vasijas del período temprano del Posclásico una banda negra o roja, según el caso, en el borde. Este engobe es un baño de arcilla combinada con pigmento que, además de hacerla más llamativa, también tenía la función de impermeabilizar la vasija. En muchas ocasiones se bruñía, lo que aumentaba esta propiedad.