Esta pieza se caracteriza por llevar una carga a la espalda con el auxilio de una cuerda o cinta, que en náhuatl se llamaba mecapalli (castellanizado mecapal) debe haber sido una de las acciones más habituales en la vida cotidiana de Mesoamérica. En particular, el acarreo de una vasija a la espalda fue un tema muy común del arte mesoamericano, sobre todo en cerámica pero también en ónix y obsidiana. Los cargadores no siempre son hombres; también pueden ser animales más o menos antropomorfos.
Es frecuente que las piezas artísticas con el tema del cargador jueguen con la asimilación de dos nociones de cuerpo, el cuerpo de la vasija y el cuerpo de la persona o sujeto que carga. A veces parece que la figura surge o emerge de la vasija, y a veces es al revés. También la alusión al abdomen como contendor, pues en ocasiones la prolongación de la curva de la vasija está presente en este tipo de piezas.
Esta pieza corresponde, pues, con un tema común del arte mesoamericano. El cargador o cargadora, sujeta y tensa el mecapal con las manos, como era propio de esa técnica de carga y se refleja en muchas imágenes. El vientre, tan ostensiblemente abultado, parecería ser el de una mujer embarazada, pero desconcierta un poco el escaso volumen de los pechos. En cualquier caso, la hinchazón del vientre correspondería con un aspecto del significado general de la figura, que tiene que ver con el mundo debajo de la tierra, asociado a la muerte previa a la regeneración (se infla y pudre la semilla antes de dejar que brote la vida, así como se hincha el vientre de la madre), también asociado al agua.
La pieza que nos ocupa tiene la rica policromía característica de la cerámica de la tradición Mixteca-Puebla (tradición que se extendió en buena parte de Mesoamérica), en este caso con predominio de los colores rojo, naranja, amarillo, café y negro. El repertorio de símbolos con el que se ha decorado la figura corresponde también con el de dicha tradición.
En las franjas pintadas en los extremos superior e inferior del globo de la vasija se representa un motivo que fue muy común en el Clásico tardío, por ejemplo en Cacaxtla, y que se conoce como “Ojo de reptil”, asociado con el inframundo. Ello no quiere decir que la vasija pueda corresponder con esa etapa, pues el resto de su decoración es indudablemente del Posclásico tardío; lo que sucede es que el glifo Ojo de reptil se incorporó a la iconografía más tardía.
En la franja superior central se repite ocho veces un motivo de círculos concéntricos que parece coincidir con la representación de la joya de jade o chalchihuite, símbolo del agua. Y en la inferior aparece una figura eslabonada, como si se tratara de un gran pendiente presentado de forma horizontal, en la cual puede distinguirse la cabeza de una serpiente de cuyas fauces brota una voluta terminada en lo que parece ser una joya.
El cuello de la vasija está decorado con una franja dividida en cuadros. De derecha a izquierda, empezando en el punto en que la vasija que se une a la cabeza del cargador, podemos ver el símbolo del año, luego una típica imagen del inframundo en la cual se percibe un ojo estelar (el inframundo se imaginaba y representaba con como un cielo nocturno, provisto de estrellas) rodeado de pedernales. En el cuadro central, a la espalda de la figura, aparece un rostro de Tezcatlipoca y, continuando hacia la izquierda, otra imagen del inframundo con un ojo estelar y pedernales. En el penúltimo cuadro hay una representación de la muerte, por medio de un cráneo, y al final se repite la imagen del inframundo.