En esta figurilla masculina atípica se reconoce una serie de elementos propios de las figurillas de la fase Manantial como la cubierta amarilla que la cubre totalmente y la pintura blanca y roja en el tocado, los ojos, las orejeras, las manos, las rodilleras y las ajorcas. También se reconoce la manera de formar los ojos con incisiones que hacen resaltar las pupilas; se utilizó un instrumento que hizo cortes muy precisos y profundos, lo que le da mucha fuerza a la mirada de esos grandes ojos.
De la misma manera, se talló la boca abierta al centro, con lo que podrían ser los dientes o la lengua que se asoma. Parece tratarse de algún actor participando en un ritual. El acento está marcado en la cabeza que es tan ancha como el largo cuerpo que prolonga sin ninguna marca para el cuello y presenta un extraño cuerno que se eleva en el lado derecho. Las rodilleras y las ajorcas están pintadas de rojo alternando con blanco y marcadas con profundas incisiones como si se tratara de una serie de elementos ensartados, acaso sonajas o plumas, para acompañar los movimientos de un danzante.
Los gestos de las manos enfocan la atención hacia la boca y los genitales. Como numerosas figurillas de esa cultura, este enigmático personaje de fuerte mirada no nos devela los secretos de las festividades y los eventos rituales que evoca.