Los recipientes tuvieron una importancia fundamental dentro de los rituales religiosos celebrados por el pueblo constructor de las tumbas de tiro. En estos recintos subterráneos de inherente vinculación con la continuidad de la existencia vital, los difuntos sobre todo fueron acompañados por vasijas cerámicas, más que por esculturas; las vasijas pueden verse decoradas o incluso como fragmentos.
Al margen de que las vasijas y esculturas integraran o interactuaran en un mismo ajuar funerario, pueden hallarse estrechamente asociadas; al respecto, se mencionan varias modalidades. De modo constante, las mujeres y los hombres modelados como piezas exentas sostienen recipientes pequeños, como vasos, cuencos, cajetes y ollitas. En ciertos estilos, como el Comala y el Elefantino, las imágenes estás construidas como recipientes, pues son huecas y cuentan con una abertura tubular a modo de vertedera —aunque en la actualidad no hay certeza de si en efecto funcionaron como contenedores—.
En tanto, en ciertas maquetas de edificios que se hallan habitadas abundan las escenas en las que se ven grupos de individuos sentados alrededor de recipientes, los cuales pueden ser planos u hondos y a menudo aparentan tener comida; los individuos mueven los brazos y a veces las mejillas como si consumieran algo que procede de las vasijas. Estas interesantes maquetas son del estilo Ixtlán del Río; el Museo Amparo resguarda un par.
Otra modalidad la ejemplifica la escultura que vemos, según se observa, los hombres, y no las mujeres, son quienes se representaron con vasijas de dimensiones grandes y suelen presentarlas justamente entre las piernas. Es factible que cada género haya desempeñado funciones diferentes con los recipientes diversos; además de ligarse con lo religioso, en atención especial a la procedencia funeraria de estas cerámicas, cabe la posibilidad que constituyeran un atributo de poder y la evidencia de una actividad realizada.
La composición asimétrica de la imagen le otorga dinamismo y vitalidad; además, se genera la impresión del gran peso de la cazuela con borde dentado. La configuración del individuo exhibe dos estilos; en lo general se trata de una pieza del estilo Ameca-Etzatlán, únicamente los ojos y la boca figurados como punzonaduras horizontales son propios del estilo San Juanito, que también se encuentra en el centro de Jalisco y cuya producción parece mucho más acotada.
En relación con el contexto funerario de procedencia, la escultura parece simbolizar el acto de ofrendar, de ofrecer algo al difunto, a quien también le habla, según lo indica la boca abierta; en términos prácticos, es probable que el recipiente haya funcionado como contenedor, quizá de alimentos que sirvieran a la existencia perpetua del muerto.