Vale la pena recordar que la tradición Mezcala es una fuerte expresión artística regional que se desarrolló en trabajos de lapidaria de la cuenca media del Balsas, no exclusivamente en la cuenca de su afluente, el Mezcala. Es una tradición del período Clásico pero tuvo sus orígenes en el Preclásico tardío. El arte Mezcala es predominantemente funerario; las figuras humanas –que son las más frecuentes- eran colocadas, junto a representaciones de animales y algunos otros objetos, como parte del ajuar mortuorio.
Las formas Mezcala son bastante predecibles y fácilmente identificables: pequeños bloques de piedra con una sorprendente economía de rasgos que, sin embargo, produce figuras humanas convincentes y relativamente expresivas. Es un arte casi geométrico en el cual una fuerte abstracción reúne los elementos centrales de la figura. Dentro de esta tradición hay variantes; por ejemplo, hay figuras más planas y otras más redondeadas, hay figuras en las cuales casi todas las partes del cuerpo se marcan con incisiones o acanaladuras.
Esta pieza, junto con la figura marcada con el registro 958, no son representativos del estilo general; al contrario, son ejemplares más bien anómalos dentro del conjunto.
Esta figura tiene volumen pero comparte con la pieza 958 un esquematismo muy pronunciado y cierto primitivismo en la talla, como si se tratara de las rayas de un petrograbado. Sin embargo, también en esta pieza descubrimos el formato general de las figuras Mezcala, la postura rígida del hombre de pie y, algo muy significativo, la forma de pentágono para delimitar la cabeza, con la base del pentágono en la parte superior de la cabeza y la cúspide del pentágono formando la barbilla.
Un rasgo muy original de esta pieza, muy poco común en la tradición Mezcala, es el uso de perforaciones taladradas para formar los ojos. La gran mayoría de las piezas Mezcala utilizan líneas y no puntos para los ojos.