Consideramos la hipótesis más firme que las obras de lapidaria de la tradición conocida como Mezcala tuvieron en su inmensa mayoría, si no es que en su totalidad, un uso funerario. Formaban un ajuar e iban junto a las ofrendas, pero no eran ofrendas propiamente dichas; eran evocaciones plásticas de la vida, y debían acompañar al difunto cuya alma estaba viajando. Las figuras antropomorfas son las más comunes en el repertorio Mezcala; parecen haber representado a los difuntos mismos y a sus familiares. Algo muy semejante ocurrió en la tradición de las tumbas de tiro, salvo que allí se utilizó la cerámica para dar vida a personajes y escenas, y en la tradición Mezcala sólo la piedra.
Los criterios generales de la figura humana Mezcala, abstracción geometrizante, simetría, rostros poligonales, escasa definición de detalles corporales como las orejas, trazos generales para el rostro sin contornos de expresión, etcétera; se mantuvieron para un tipo de figura mucho más escasa que es la de individuos sentados.
Dentro de este pequeño grupo de figuras sedentes también observamos las variaciones propias del corpus general. Por ejemplo, esta pieza es un bulto muy sólido, sin división entre las piernas; parece estar sentada y con las piernas plegadas, pero la simplificación de los rasgos impide ubicar la posición de los brazos.
Es probable que estas figuras sentadas o reclinadas representen a personajes de alto rango; quizá sean imágenes asociadas con los propios difuntos enterrados en tumbas de mayor jerarquía. A favor de esta posibilidad estarían el escaso número de piezas sentadas en comparación con la enorme cantidad de piezas de pie, y la coincidencia de la postura al sentarse con representaciones pictográficas de personas de autoridad en los códices.