En varias piezas de esta base de datos se valoran diferentes aspectos de la tradición Mezcala. Resumiendo, es preciso recordar que se trata de una tradición cuyo medio de expresión casi exclusivo es la lapidaria. Las piezas están trabajadas en bloques medianos y pequeños de piedra; muchas piezas tienen la altura de un palmo, pero ocasionalmente pueden llegar a medir hasta dos palmos.
En la tradición Mezcala predominan las figuras antropomorfas, como ésta, que parece haber representado a los difuntos mismos o a sus deudos. Esta figura cumple con muchos de los rasgos que nos permite identificarla como parte de aquella tradición: pequeñas piezas monolíticas, antropomórficas, simétricas. Se representa a figuras de pie, con los brazos pegados al cuerpo y los antebrazos doblados en ángulo recto sobre el abdomen. Los detalles anatómicos como dedos y orejas están sugeridos muy discretamente. No hay pliegues faciales y no se modulan los volúmenes de la anatomía de los rostros, que aparecen como círculos o polígonos, más bien planos a los cuales se agregan trazos para indicar ojos, nariz y boca. Sin embargo, esta imagen difiere de las figuras Mezcala más comunes.
Representa un personaje de muy corta estatura, la cara es muy grande en relación al cuerpo y muy redonda. La prominencia de la nariz, el efecto de unos párpados pellizcados para formar los ojos y la redondez o gordura de todo el personaje llaman la atención. La ranura que separa ambas piernas, por cortas que éstas sean, sí corresponde con el trazo más común en las figuras Mezcala.
La singularidad de esta pieza podría explicarse de diferentes formas, quizá la causa más plausible es que proceda de localidades un tanto periféricas al área de distribución del Mezcala original.