• Visita

    Planea tu visita

    Lineamientos

    Visitas Guiadas

    Descubre Puebla

  • Exposiciones

    El México Antiguo

    Salas de Arte Virreinal

    Temporales

    • Pasadas
    • Presentes
    • Próximas
  • actividades

    Presenciales

    En línea

    Visitas Guiadas

  • En línea

    Amparo Online

    Publicaciones Digitales

    Recorridos Virtuales

  • Aprende

    Niños

    • Tutoriales
    • Cuadernillos para iluminar
    • Cuadernillos de actividades
    • Cuentos para niños
    • Cápsulas para niños

    Publicaciones

    Podcast

    Programa Escolar

    Vinculación Universitaria

    Videos

  • Servicios

    Terraza

    Tienda del museo

    Biblioteca

    Café del museo

    Renta de espacios

  • El Amparo

    Acerca de

    Nuestros Fundadores

    Historia de los edificios

    Artistas y colaboradores

    • Ponentes
    • Investigadores
    • Artistas

    Contacto

    • Prensa
    • Bolsa de trabajo
    • Suscríbete al Boletín
      Al suscribirte recibirás información de los eventos y exposiciones del Museo Amparo.
    • Servicio social y voluntariado
    • Formulario de contacto

ES

  /  

EN

Horario

Miércoles a lunes de

10:00 a 18:00 h

Rostro humano con anillos en los ojos | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla

Rostro humano con anillos en los ojos

<
Cultura Veracruz
Región Cuenca de los ríos Blanco y Papaloapan
Período Clásico tardío
Año 600-900 d.C.
Técnica

Barro modelado, con rico pastillaje y aplicaciones de pintura negra

Medidas 11.4   x 10.4  x 6.5  cm
Ubicación Sala 2. El mundo religioso
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 37
Investigador
  • Arturo Pascual Soto

Para el año 600 d.C. ya se habrían formado en los bosques tropicales del centro de Veracruz los primeros estados de la región. Sitios como Nopiloa y El Zapotal, ubicados sobre lomas entre las cuencas de los ríos, pronto se convertirían en los centros de gobierno del período Clásico. Todos ellos, habrían de surgir enmarcados por territorios bien definidos y sobre las bases de una sociedad altamente estratificada. Estas prístinas ciudades habrían de ejercer tal atracción sobre el territorio que no sería imposible suponer que la ganancia real de habitantes que experimentaban se debiera mayormente a su inédita prosperidad comercial y que fuera esta nueva condición la que favoreciera una marcada movilidad poblacional a lo largo de la costa veracruzana. El comercio había jugado un papel decisivo en la conformación de estos nuevos núcleos políticos y continuaría siendo el eje de su posterior desarrollo.

Las grandes pirámides de tierra, los corredores ceremoniales dedicados al juego de la pelota y los altares construidos en el centro de las plazas se convirtieron en los elementos de un complejo arquitectónico, pirámide-corredor-altar, que identifica a los centros de gobierno de la época. El factor ideológico no fue menos importante en el surgimiento de estos estados. Tan antigua gente dio forma a los centros de gobierno de una civilización cuya producción ideológica estaba en manos de la clase dominante y donde un sistema de creencias hacía aceptable al grueso de la población nuevas formas de autoridad que se desprendían de estructuras de gobierno altamente centralizadas. Tanto la élite gobernante como los estratos más bajos de la sociedad creían por igual en los poderes sobrenaturales del soberano.

La élite promulgaba su propio sistema de creencias a través de un conjunto de símbolos y de complejos rituales que enfatizaban el carácter sagrado de la figura del gobernante, quien ocupaba el centro mismo del culto y su innegable posición de autoridad se sostenía a través de argumentos tanto mitológicos como genealógicos que lo conectaban directamente con los dioses y lo hacían descender de ancestros deificados. Tláloc, una deidad centro-mexicana, se convertiría en la Costa del Golfo de México en el “gran sacrificador”; presidía el juego de pelota y los rituales de sangre. El soberano era por definición un jugador de pelota, sus elaborados tocados lo revelan en franca comunión con este dios que tendría poder sobre la existencia de los pueblos y con el cual sólo el gobernante podría interceder a favor de la comunidad.

Este magnífico rostro de barro, probablemente procedente de la cuenca del Papaloapan, es precisamente la figuración de un personaje de alta jerarquía que viste en el tocado los símbolos de esta deidad. Destacan las “anteojeras”, dos círculos concéntricos que le cubren los ojos y que fueron decorados con toques de pintura negra. Después de su hallazgo, la pieza fue recubierta con una capa de barniz brillante; estas técnicas de conservación, aunque comunes años atrás, han dejado de utilizarse para dar paso a intervenciones mucho más limpias que no alteran de modo alguno el aspecto original de las piezas.

 

Rep. Aut. I.N.A.H.

2 Sur 708, Centro Histórico,

Puebla, Pue., México 72000

Tel +52 (222) 229 3850

Abierto de miércoles a lunes de

10:00 a 18:00 h

Visita
Planea tu visita Lineamientos Actividades Recorridos guiados Descubre Puebla
Exposiciones
El México Antiguo Salas de Arte Virreinal Colección de Arte Contemporáneo Temporales
En línea
Actividades Libros digitales Recorridos virtuales
Aprende
Niños Publicaciones Podcast Programa Escolar Vinculación Universitaria Videos
Servicios
Terraza Tienda en Línea Biblioteca Café del Museo Renta de espacios
El Amparo
Acerca de Nuestros Fundadores Historia de los edificios Artistas y colaboradores
Contacto
Prensa Colabora con nosotros Boletín Contacto
Términos y condiciones
Políticas de privacidad
Licencia Creative Commons

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional