El tema bélico es uno de los más destacados en el repertorio iconográfico del arte escultórico de la cultura de tumbas de tiro. En sus numerosas modalidades estilísticas se ven hombres con armas diversas, escudos, cascos y armaduras; asimismo, existen escenas de combate, individuos que portan cabezas decapitadas, cabezas decapitadas como obras exentas e imágenes de cautivos, entre las cuales, de modo extraordinario, también hay figuras femeninas, dado que los guerreros, hasta donde conozco, sólo son varones.
En el estilo Ameca-Etzatlán, al cual se adscribe esta escultura, es frecuente que los guerreros usen un gran casco coniforme con un apéndice triangular o semicircular que cubre buena parte de la cara; en este caso carece de la armadura cilíndrica que protege el torso y también suele asociarse con dicho casco. Este guerrero viste un pantaloncillo corto y ostenta una extraña banda que cruza en diagonal el torso, compuesta por formas alargadas que pudiera interpretarse como un atado de huesos; sostiene un objeto, ahora incompleto, que seguramente representaba un cuchillo; el ademán es claro, está a punto de sacrificar al individuo que elocuentemente se figuró vencido.
El cautivo es un hombre desnudo con un par de rasgos animales: la postura a cuatro patas y una especie de cola corta y ancha; cabe la posibilidad que ésta sea parte de un braguero –el vencedor igualmente ostenta una extensión corta en la parte posterior del pantaloncillo—, no obstante, junto con la postura, resalta la intención de dotarlo de cualidades zoomorfas y con ello se subrayaría su humillación.
La imagen del sometimiento remite al estereotipo mesoamericano en cuanto a que el conquistador toma del cabello al oponente. Llama la atención que ambos estén ornamentados con una nariguera de argolla.
El estilo Ameca-Etzatlán se ubica en la zona central jalisciense, su vasta producción y amplia temporalidad permiten identificarlo como uno de los principales en el arte de la cultura de las tumbas de tiro. Entre sus características se hallan la pasta gris, pintada en rojo y negro sobre crema; al parecer, del negro no quedan restos, mientras que los de color rojo son más notorios. Es casi seguro que la escultura procede de una tumba de tiro; cabe pensar que fue ofrendada a un individuo a quien representaría, en este caso al guerrero, quizá como una manera de perpetuar su condición en el ámbito de su existencia sobrenatural.