Contemplamos aquí la representación pictórica de una escultura de Cristo en una de las caídas sucedidas mientras cargaba la cruz, camino al Monte Calvario, sin ser específicamente una estación del Vía Crucis. Viste una túnica de aquellas que se solían poner a las esculturas en los pasos procesionales de las festividades de Semana Santa durante el virreinato. A estas tallas se les llamaba comúnmente nazarenos, pues aludían a la tabla que contenía el fallo impuesto por Pilato a Jesús, y que decía: “Jesús el Nazareno, el Rey de los Judíos”, pues cada sentencia dictada debía escribirse en la tabla llamada titulum y colgada del cuello del reo, o llevada por algún funcionario de la justicia en el cortejo.[1]
En este caso, la sentencia de Pilatos molestó mucho a los sumos sacerdotes, pues reclamaron que se dijera que Jesús era el Rey de los judíos, y en cambio pedían que la tabla pusiera que Jesús “dijo que era el rey de los judíos”. A ello Pilato contestó “Lo que he escrito, lo he escrito”, lo que en realidad era una venganza a “…la derrota y contestaba con desprecio y hostilidad a las exhibiciones de lealtad política de los miembros del Sanhedrín”.[2]
Al representarse una escultura y no la narración de los sucesos pasionarios, en lugar de estar en un espacio abierto, Jesús aparece en un nicho acortinado, cuyo borde tiene encajes de gran detalle, mientras su mano descansa en un cojín. Unas flores distribuidas por el espacio de la base del nicho, aluden a que ha ocurrido algún momento o suceso milagroso.
En la pintura del Museo no se representaron características distintivas que permitan reconocer a una escultura en específico, pero quizá se trate de una “vera efigie” o “verdadero retrato”, es decir, la copia exacta de alguna obra considerada milagrosa. Jesús cargando la cruz, con una rodilla en tierra, una soga atada al cuello, y vestido con la túnica, es una de las maneras comunes de este tipo iconográfico.[3] La cruz que lleva no está hecha de maderos, sino de tronco, por lo que deja ver el cabezal del más largo, el cual toca y llama la atención a las vetas del árbol cortado, quizá en alusión al destino de su vida.
Varias representaciones de Cristo con estas características se consideraron milagrosas en la Nueva España, siendo quizá la más famosa la del Hospital de Jesús en la capital del virreinato, aunque ésta es similar también al Cristo de las tres caídas de la Parroquia del Santo Ángel de Analco, que desde hace unos años ha vuelto a salir en procesión.
La obra tiene una gran expresividad en el rostro, colorido, y presenta un trabajo detallista en la simulación de las telas y encaje, por lo que es una excelente muestra de la pintura de tallas escultóricas. Hay que destacar que la pieza no ha sido restaurada y que se conserva en muy buenas condiciones.
[1]. Schenone, Héctor H., Jesucristo. Iconografía del arte colonial, Argentina, Fundación Tarea, 1998, pp. 248-251.
[2]. Ibid., p. 248.
[3]. Ibid., pp. 250-251.