La escultura portátil olmeca abarca figurillas, hachas votivas, máscaras, pectorales y cetros. Junto con otros ornamentos, como cuentas y orejeras, la materia prima empleada en dichos objetos fue mayoritariamente serpentina; aunque también emplearon jadeíta. Muchas de estas piezas llegaron a colecciones dentro y fuera de México sin un contexto preciso de procedencia y muchas veces no cuentan con un análisis adecuado de composición mineralógica.
La definición del estilo olmeca deriva del estudio de un conjunto de piezas de formato pequeño presentes en diversas colecciones de México y el mundo a finales del siglo XIX y principios del XX, de las cuales algunos autores distinguieron rasgos estilísticos particulares que las diferenciaban de los estilos de otras culturas prehispánicas, lo que originó un nuevo conjunto estilístico denominado olmeca.
En un principio la temporalidad era incierta, así como también la región específica de origen, es hasta mediados del siglo XX cuando se realizaron las primeras excavaciones arqueológicas en la Costa del Golfo por parte de Mathew Stirling (1939) y Phillip Drucker (1952) cuando se registran por primera vez esculturas portátiles procedentes de contexto arqueológico, lo que lleva a precisar la ubicación y la temporalidad de la denominada cultura olmeca. Dicha civilización referida principalmente en el Golfo de México en los actuales estados de Veracruz y Tabasco se desarrolló durante gran parte del Periodo Formativo entre el 1800 al 400 a. C.
La jadeíta es un mineral que puede presentarse en diversas tonalidades de colores que pueden abarcar el verde, el gris, el rosado, el azul, el blanco y el negro. El jade azul es escaso, tiene una apariencia vítrea y a contraluz se puede apreciar una tonalidad azul ligeramente translúcida.
A simple vista y con microscopía estereoscópica se pueden distinguir superficies con un aspecto lustroso, aunque no alcanzan la apariencia vítrea nítida que caracteriza las jadeítas verdes, esto se debe principalmente a la opacidad del color.
En el caso de la jadeíta de tonalidad azul, se sabe que fue un mineral muy apreciado por los olmecas y que dejó de circular súbitamente a finales del Preclásico.
El cuenco del Museo Amparo tiene una cara plana, una cara y paredes convexas. Presenta una perforación cónica en un lado hacia la tangente y una concavidad. Probablemente corresponde al estilo olmeca del Golfo correspondiente al periodo Formativo tardío, pues presenta desgastes hechos con roca de arenisca, misma tecnología de piezas procedentes de La Venta.
El cuenco de jadeíta azul de la colección del Museo Amparo es un elemento sumamente valioso, ya que la materia prima empleada en su elaboración fue explotada por los Olmecas en el río Támbor, el afluente del río Motagua que tiene yacimientos de jadeíta de este color, durante el periodo formativo. El jade azul era considerado muy valioso y solo era empleado para representar elementos relacionados a la sobrenaturaleza. Hay propuestas de diversos investigadores quienes les atribuyen un gran valor inalienable y colectivo por las sociedades olmecas, quienes muchas veces las reutilizaban modificándolas, fragmentándolas o dándoles otras funciones distintas a la original. Tal es el caso del cuenco de la imagen el cual muy probablemente tuvo distintas funciones, lo que se puede determinar debido a las diversas perforaciones en sus paredes, las que debieron darle la propiedad de suspenderse como un pendiente.
La escultura portátil olmeca abarca figurillas, hachas votivas, máscaras, pectorales y cetros. Junto con otros ornamentos, como cuentas y orejeras, la materia prima empleada en dichos objetos fue mayoritariamente serpentina; aunque también emplearon jadeíta. Muchas de estas piezas llegaron a colecciones dentro y fuera de México sin un contexto preciso de procedencia y muchas veces no cuentan con un análisis adecuado de composición mineralógica.