La siguiente pieza es quizá una de las más enigmáticas de la colección y lamentablemente no poseemos el contexto arqueológico en el que fue hallada, lo que dificulta su interpretación.
Las figuras de barro procedentes de Tlatilco nos muestran una clara predilección por la representación del cuerpo humano en su riquísima diversidad de formas: hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, personajes deformes, etcétera. La figurilla 631 posee algunos elementos que se pueden identificar con la anatomía humana.
Es posible que este objeto sea sumamente figurativo: en la base se aprecian dos bultos que se asemejan al extremo de un hueso largo, no obstante, estos quizá son muñones que representan a las extremidades inferiores o la falta de estas; al centro encontramos una perforación muy similar a un ombligo y un poco más arriba observamos otros dos bultos que bien podrían ser los muñones de los brazos o incluso senos.
El segmento superior de la pieza está indicado mediante una profunda incisión en el “cuello”, esta especie de cabeza guarda una proporción de tres a uno con respecto al resto del cuerpo, algo muy común en las figurillas humanas procedentes de Tlatilco y otras aldeas del Preclásico mesoamericano. Asimismo, la parte superior del objeto es la más detallada, al centro y abajo podemos apreciar un rectángulo en bajo relieve y encima de este una incisión rectangular que llega hasta la parte posterior y contiene dos motivos geométricos que sobresalen: un rombo al frente y una cruz detrás.
Recordemos que los artistas mesoamericanos muchas veces se interesaron en plasmar las enfermedades, los males congénitos y también criaturas fantásticas y deformes que combinaban distintos elementos en su ser. Desde esta perspectiva, el cuerpo representado podría ser un individuo carente de piernas y cuyo rostro está totalmente desdibujado por la deformidad. No obstante, hay que admitir que nos encontramos ante un objeto cuya forma y diseño no nos remite a una forma lógica o que nos parezca natural.
Por otra parte, es imposible negar que el contorno de la figurilla tiene una fuerte semejanza con una forma fálica. Los falos no son desconocidos en la cerámica tlatilquense y es casi seguro que formaban parte de los complejos conjuntos de representaciones y rituales relacionados con la fertilidad. En este caso, la combinación de una forma fálica con atributos anatómicos diferentes puede ser una conceptualización de la relación entre el hombre y la fertilidad o una alusión a la potencia fecundadora de algún individuo particular.
La práctica alfarera, al ser ejecutada durante varios siglos, alcanzó cierto nivel de estandarización en Tlatilco, sin embargo, como en cualquier otra cultura mesoamericana, nunca desaparecieron las producciones fuera de serie, objetos producto de ensayos y prácticas fallidas e incluso objetos sin una intención bien definida de representación.