El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Vasija plomiza zoomorfa | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Vasija plomiza zoomorfa

Cultura Tolteca
Región Chiapas o Guatemala
Período Posclásico
Período 9 Posclásico
Año 900-1521 d.C.
Técnica

Barro modelado y pulido, con aplicaciones e incisiones

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1546
Investigador

Las vasijas conocidas como plomizas, por su brillo grisáceo ocasionado por la apariencia metálica que da el engobe vitrificado, marcaron una época en Mesoamérica y su estudio ha llamado la atención de los especialistas. Fue una vajilla muy codiciada desde los tiempos de su fabricación y considerada por los coleccionistas como una pieza artística. 

Su presencia en diversos sitios de esta gran área cultural está asociada a la época de esplendor de los toltecas; por esa razón, se les identifica como vasijas toltecas, pero es necesario aclarar que no necesariamente fueron hechas por los habitantes de Tula, sino por toltecas que emigraron hacia la zona del Soconusco, en Chiapas y Guatemala, o por pobladores locales que adoptaron la ideología tolteca y que tenían demanda de estas resistentes vasijas. Algunas de estas vasijas tienen fuertes nexos con la iconografía y los símbolos toltecas, pero existen vasijas en donde la decoración y la forma, marcan estilos locales.

Estas vasijas fueron bienes de lujo que se comerciaban desde su zona de producción hacia muy diversas zonas de Mesoamérica. Las investigaciones arqueológicas han descubierto que los yacimientos de este barro peculiar se encuentran en las inmediaciones del Soconusco. Se piensa que estas vasijas se mandaban de estas zonas hacia Tula, como un bien de comercio.

Las fuentes documentales del siglo XVI, hablan de una emigración de toltecas hacia en esta zona. Este tipo de vasijas confirman los nexos que se tenía con la lejana ciudad de Tula y estas tierras del Sur. En parte, esto se aprecia en la cerámica plomiza, que los arqueólogos llaman Tohil Plomiza, por su gran dureza, lo que la hizo no sólo un bien de lujo y de intercambio entre las élites de diversas regiones, sino un bien duradero que resistía el traslado. Los especialistas dicen que esta cerámica es tan dura como el acero, lo cual se debe en gran parte a la naturaleza material del engobe, el baño que lleva encima la pieza, con altos porcentajes de hierro y alúmina.

El brillo de estas piezas, por lo que son muy preciadas, se debe al tipo de barro que se utilizó para su manufactura: las partículas mínimas de su estructura molecular son responsables de esto. Las diversas tonalidades que presentan estas vasijas se deben a accidentes en la cocción que impidieron un cocimiento uniforme.

Dentro de las vasijas conocidas como plomizas o “plumbate” existe un tipo que suele tener adosadas formas esculpidas de seres humanos o de animales que se adaptan a las paredes de la vasija.  La que tenemos a la vista tiene adosada a las paredes globulares la forma de un animal cuya cabeza es lo único que sobresale de la vasija, y el resto del cuerpo, no es esculpido, sino esgrafiado. Por la forma de la cabeza, los ojos y cejas prominentes curvadas de atrás hacia adelante, por sus extremidades y su cola corta, podría tratarse de una tortuga o un batracio.

Las vasijas conocidas como plomizas, por su brillo grisáceo ocasionado por la apariencia metálica que da el engobe vitrificado, marcaron una época en Mesoamérica y su estudio ha llamado la atención de los especialistas. Fue una vajilla muy codiciada desde los tiempos de su fabricación y considerada por los coleccionistas como una pieza artística. 

Obras de la sala

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