El armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) es otro de los animales que llamaron la atención de los artistas alfareros de la cultura tlatilca. Formaba probablemente parte de la dieta de la población, pero quizá significaba más que un simple alimento. Sumamente prolífico, armado de su extraño caparazón, inexpugnable cuando se enrolla, veloz y huidizo, benéfico para contrarrestar los estragos de las hormigas arrieras, este singular animal debió haber poblado mitos y leyendas. Su forma elegante inspiró a más de un creador tlatilca.
Se nota que se copió fielmente la forma elegante de una obra más antigua, logrando captar las características más sobresalientes del armadillo. Pero el tratamiento de la superficie es distinto. El modelo original, resguardado en el Museo Nacional de Antropología, presenta un engobe oscuro cuidadosamente bruñido y se le aplicó la delicada impresión de mecedora. Aquí, se cubrió la figura de un engobe rojo y el pulido no alcanzó un alto grado de brillantez.
La decoración incisa se hizo con un instrumento afilado y, en un movimiento rápido, se copió el motivo de la banda en zigzag que forma una serie de arcos en el borde del caparazón. Con todo, la obra conservó el encanto de dar vida al barro, nos transmite la manera en que los tlatilcas miraban y disfrutaban de su entorno.
El armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) es otro de los animales que llamaron la atención de los artistas alfareros de la cultura tlatilca. Formaba probablemente parte de la dieta de la población, pero quizá significaba más que un simple alimento. Sumamente prolífico, armado de su extraño caparazón, inexpugnable cuando se enrolla, veloz y huidizo, benéfico para contrarrestar los estragos de las hormigas arrieras, este singular animal debió haber poblado mitos y leyendas. Su forma elegante inspiró a más de un creador tlatilca.