Niños

Otrébor

Esta es la historia de un niño y un drágon mágico que a pesar de ser diferentes, tenían semejanzas como la ayuda mutua, la convivencia y el cariño expresado entre ellos.

A veces la magia de la amistad aparece cuando menos te lo esperas. La curiosidad de un niño distraído lo llevó a conocer a un personaje que no esperaba. Todo pasó en la ciudad de Puebla en una tarde cuando él perdió a su grupo de clase durante un recorrido escolar por el Museo Amparo. Ya le habían dicho que el Museo cerraría pero él no escuchó. Tras caminar por unos momentos llegó a una sala llamada Salón Méxicano creyendo que encontraría la salida o un teléfono, pero preocupado siguió por un pasillo y llegó al Patio Prehispánico.

Allí vio una luz que parecía salir del árbol de naranjo, se acercó a él y no podía creer que éste brillara. De repente salió algo azul del naranjo: ¡Era Otrébor! El niño tomando confianza le preguntó a Otrébor cuánto tiempo llevaba viviendo allí, a lo que él respondió que desde hace millones de años, tiempo en el que vio a las culturas formarse. El niño tenía muchas preguntas más: ¿qué hacía para divertirse? ¿Se sentía solo? ¿Dónde dormía por las noches? Otrébor le contestó que a veces se sentía solo, pero nunca se aburría; de día se entretenía observando a los visitantes del Museo, mientras que por la noche se la pasaba leyendo en la Biblioteca y cuando le daba sueño dormía en el campanario de la Iglesia del Hospitalito.

Otrébor y el pequeño querían seguir platicando pero de repente escucharon que llegaban los papás del niño. Otrébor le enseñó la salida y el niño le dijo que lo quería y que le agradecía por ayudarlo y haberlo acompañado. A partir de este momento, Otrébor y el niño se hicieron amigos.

Si visitas el Museo Amparo, no olvides estar al pendiente, tal vez encuentres a Otrébor, un nuevo amigo.