Notas de escucha.
Esta fonografía intenta dar cuenta de las sonoridades de la reserva ecológica del estero de “El Salado”, ubicado en medio del intenso desarrollo urbano que ha sufrido el Puerto de Vallarta, Mexico. El estero es el último reducto de manglar que sobrevive en la zona. Pulmón, filtro y regulador de la temperatura, en sus aguas y mangles habitan más de 150 especies de animales y es una importante zona de anidación y reproducción de fauna.
En esta pieza se plantea un ejercicio de paisajismo sonoro que explora la noción de umbral: la vida y los sonidos del estero se encuentran en un umbral, sitiados por el rumor y ruido de la ciudad que amenaza con destruirlo; a su vez, como planteaba Bernie Krauze, en un ecosistema cada sonoridad tendería a ocupar un espacio traducido en una región de frecuencia, a veces en armonía, a veces en franca competencia por ocuparlo. Explorando la sonoridad del sitio mediante el uso de filtros de audio es posible ubicar la colocación y los umbrales en los que las diferentes especies que emiten sonido se distribuyen en el espectro audible.
En la primera parte de la pieza escuchamos nuestra llegada al estero a través de un bote de motor. Al adentrarnos, poco a poco el umbral de nuestro ruido humano se desvanece dejando paso al silencio y con él a los sonidos del hábitat. Una vez cruzado ese umbral, podemos apreciar la compleja polifonía que puede escucharse en un atardecer en el Estero. Mediante respetuosos procesos digitales intentamos potenciar retóricamente la belleza del canto de las aves y su sinfonía. Posteriormente, nos colocamos en los lindes del manglar y el pastizal para escuchar un anochecer en el umbral de esa frontera; el silbato de un enorme buque trasatlántico estacionado en la bahía nos recuerda ese umbral y el tamaño del espacio. De ahí nos movemos a un atardecer en los canales en el que la comunidad de loros despliega su dominio sonoro. Desde ahí un nuevo y sombrío umbral se manifiesta: mediante un filtro que va eliminando las altas frecuencias, poco a poco se desvanece el sonido de las aves y nos quedamos con el grave rumor de la ciudad que rodea y amenaza al Estero; como si pudiésemos avistar, auralmente, el futuro de lo que le espera a este importante paraje si no lo respetamos y preservamos.