La Colección de Arte Virreinal y Siglo XIX del Museo Amparo forma parte de la importante herencia colonial de la ciudad de Puebla, representada por la riqueza de sus templos y retablos, la arquitectura y decoraciones de sus palacios y edificios civiles, y los centenares de historias y leyendas que explican la influencia cultural y política de esta región en México antes y después de la Colonia. Exhibida en el ambiente hogareño de una casa poblana del siglo XIX, esta colección de mobiliario, objetos decorativos y utilitarios, pinturas, esculturas y artefactos religiosos, suele escapar al escrutinio crítico de los espectadores para quienes la visita a estas salas se asemeja más al recorrido de una casa ajena que al de una colección museística.
Para Noé Martínez –un artista interesado en trazar los hilos que nos conectan al pasado colonial y a la historia de exterminio, explotación e invisibilización de los pueblos sometidos por la conquista– cada uno de los objetos de esta Colección está conectado a un pasado que no sólo puede ser examinado y cuestionado sino también metafórica y ritualmente descolonizado. En esta intervención, el artista ha cubierto algunos de los objetos exhibidos con telas impregnadas de los aromas y colores del tabaco, ruda, cempaxóchitl y muicle, plantas medicinales utilizadas en rituales de curación en la comunidad huasteca, a la cual rastrea su origen familiar –cuyos miembros fueron transportados como esclavos para el cultivo de caña en las islas caribeñas durante el período colonial. Mediante este gesto, el artista representa una forma de sanación transgeneracional de los dolorosos procesos históricos que les dieron lugar: la explotación del trabajo humano, las creencias que se impusieron, el orden social que justificaron y las rutas de intercambio a través de las cuales cruzaron caminos con pueblos desarraigados y esclavizados.
Esta transformación del objeto en un cuerpo es el reverso del cuerpo convertido en objeto, representado en los videos ubicados a lo largo del recorrido: escenificados en un ordinario departamento citadino que con un vuelco de la cámara pasa a evocar el vaivén de un barco esclavista en el que individuos hacinados y colgados como carne muerta se contorsionan, vociferan, bailan, cantan y actúan diferentes escenas en el drama de la historia que los objetos representan. En esta intervención de Noé Martínez, los objetos y los materiales que los constituyen no son evidencias sino testigos vivos y presentes, cuya voz es preciso escuchar para corregir las distorsiones impuestas por el filtro de la colonización.
Noé Martínez | Artista
Tatiana Cuevas | Asesora curatorial
