El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Jugador de pelota con cara roja | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Jugador de pelota con cara roja

Cultura Huasteca
Región Huasteca, norte de Veracruz o sur de Tamaulipas
Período Clásico temprano
Período 9 Clásico temprano
Año 300-600 d.C.
Técnica

Barro modelado con decoración incisa, chapopote y pintura roja

Medidas 28.4   x 9.5  x 5.6  cm
Ubicación Sala 2. El mundo religioso
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1169
Investigador

La Huasteca fue un territorio marcado por un alto grado de integración étnica, capaz de desarrollar un estilo cultural que contrastaba con el de sus vecinos del Golfo de México. Aunque contemporáneo del que confiere identidad propia a la producción artística de la civilización de El Tajín, también de gustos muy diferentes en lo que hace a sus expresiones plásticas, ambos comparten un sustrato cultural que ciertamente no les venía de una misma lengua.

Es un modelo de civilización que se forja en el Formativo superior (ca. 300 a.C.) y que habrá de extenderse desde el sur de  Veracruz, siguiendo el litoral marino, hasta la Huasteca y que cruzará el istmo de Tehuantepec para poner en contacto a la costa del Pacífico chiapaneco. Por más que adquiriera expresiones que fueron distanciándose con el paso del tiempo, las raíces de la civilización seguían siendo las mismas; muestra de ello es la identidad de sus cultos y la importancia que confirieron al juego de la pelota y a la decapitación ritual.

Con cuerpos muy estilizados se fabricaron desde inicios del período Clásico toda una serie de figurillas de barro, hombres y mujeres, en las que destaca su aparente desnudez. Herederas de una tradición alfarera mucho más antigua, ponen especial cuidado en representar sobre un faldellín usualmente pintado con chapopote un abultado cinturón que suele identificar el atuendo de los jugadores de pelota. Jugar a la pelota era algo que revestía la mayor importancia en el México antiguo y que se consideraba parte de un ceremonial muy complejo que promovían los estratos más altos de la sociedad, los propios gobernantes.

Directamente vinculado con la decapitación ritual, con los sacrificios de sangre, se practicó desde tiempos muy antiguos a lo largo de toda la costa. Se edificaron los recintos que servían para alojarlo, un corredor ceremonial que se mantuvo prácticamente ausente en las ciudades del centro de México hasta finales del período Clásico. Nuestra pieza es justo la representación de uno de estos jugadores; adornado con orejeras y collar, y provisto de un elaborado tocado, muestra un rostro singular, pintado de color rojo, que lo asocia directamente con los modelos alfareros teotihuacanos. Aunque los rasgos, los ojos en particular, vienen del modelado de los ceramistas huastecos, la forma de la cara y las proporciones de la nariz y la boca son completamente ajenas a la alfarería local. La pieza se inscribe en una época donde las élites de varios rumbos de Mesoamérica optan por el modelo cultural de la gran metrópoli y se transforman buscando adquirir su prestigio.

La Huasteca fue un territorio marcado por un alto grado de integración étnica, capaz de desarrollar un estilo cultural que contrastaba con el de sus vecinos del Golfo de México. Aunque contemporáneo del que confiere identidad propia a la producción artística de la civilización de El Tajín, también de gustos muy diferentes en lo que hace a sus expresiones plásticas, ambos comparten un sustrato cultural que ciertamente no les venía de una misma lengua.

Obras de la sala

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