Entre las representaciones más abundantes de escultura mexica se encuentran aquellas que personifican a un personaje rígido, sedente –en cuclillas cuando se trata de hombres y arrodilladas, de mujeres-, con un tocado sencillo y que no sobrepasan el medio metro de altura, las cuales comúnmente eran depositadas como parte de las ofrendas. De estas esculturas, el Museo Amparo resguarda notables ejemplos en las piezas 1410, 1416 y 1417.
En el caso de las figuras con número de catálogo 1623 y 1624, se labraron esculturas semejantes, solamente que de las piezas completas han llegado hasta nuestros días las cabezas, pero ellas cuentan con suficientes elementos como para poder conocer algo sobre su identidad.
La escultura que lleva el número 1623 presenta una forma cuadrangular que domina la composición. Se representa a un personaje con dos hendiduras rectangulares simulando los ojos, tiene una nariz recta y se le tallaron las aletas nasales. La boca esta entreabierta y es simulada con una incisión oval. El tocado es probablemente lo más llamativo de la pieza. Tiene una banda rectangular horizontal con dos líneas verticales en los extremos y una V en el centro. A los lados se representó un papel plegado en tres partes y, en el último tramo se encuentra una incisión rectangular. Acerca de la identidad de este personaje, podría tratarse de una figura asociada al maíz, como Xilonen o Chicomecoatl, especialmente por el símbolo en V sobre su frente que pudiera hacer alusión a este alimento.
En cambio, la pieza 1624 representa a un personaje con rasgos y atributos de Tláloc. Tiene un tocado de plumas cortas, el cual es sostenido por una banda decorada con cuerdas arriba y abajo, y con pequeñas formas salientes. El rostro tiene marcadas las cejas y la cavidad de los ojos con una línea recta. Posee dos anteojeras circulares y una nariz aplanada. La parte inferior del rostro, aunque está muy erosionada, deja entrever tímidamente la representación incisa de una línea horizontal que se enrolla en sus extremos, forma característica de la bigotera de Tláloc. A los lados del rostro, caen largas tiras de papel, al igual que en la parte posterior, generando formas planas.
Los estudios arqueológicos realizados recientemente en el Museo del Templo Mayor nos permiten saber que probablemente muchas de estas esculturas en piedra debieron haber estado pigmentadas, probablemente recubiertas primero por una capa de estuco que llevaría brillantes y variados colores asociados a los distintos rasgos de las deidades mexicas. En el caso de estas piezas podemos observar únicamente algunos restos del estuco que pudo haberlas decorado.
Entre las representaciones más abundantes de escultura mexica se encuentran aquellas que personifican a un personaje rígido, sedente –en cuclillas cuando se trata de hombres y arrodilladas, de mujeres-, con un tocado sencillo y que no sobrepasan el medio metro de altura, las cuales comúnmente eran depositadas como parte de las ofrendas. De estas esculturas, el Museo Amparo resguarda notables ejemplos en las piezas 1410, 1416 y 1417.